Ese paseo que es la vida

Si nos has acompañado hasta acá, ya podrás saber que para nosotros, la vida puede ser representada como un viaje, pero un viaje de larga duración, no de corta distancia. Cuando despegamos, no necesariamente sabemos a dónde vamos a llegar, pero, sabemos que en algún lugar hemos de aterrizar. Peor aún, no hay una torre de control que nos guíe, somos nosotros quienes debemos controlar la altura, la distancia y el ritmo a través de la cual hemos de atravesarlo; si nos preguntas, te diremos que lo más recomendable es que tomes altura pero no te eleves demasiado, de esa manera podrás anticiparte y reaccionar mejor a los imprevistos; y por supuesto, administrar mejor tu combustible (las ilusiones y sanas expectativas).

    En medio de ese viaje resulta inevitable dejar rodar algunas películas en nuestras cabezas, pues no queremos morir del aburrimiento, el drama se hace presente, y vamos de show en show, ocupando nuestro tiempo, disfrutando de las narraciones de acción y de aventura, de los momentos de comedia, de los giros románticos y, por supuesto, del suspenso que supone algunos filmes de terror. Sin embargo, ese rodaje no ocurre en una sola pantalla, el servicio de streaming que es nuestra mente, junta todo y lo transmite de manera simultánea; así, a veces la acción se junta con la comedia, el drama con el romance, y el terror se entromete en todo. Como protagonistas, se nos demanda dar un paso al frente, dar la cara ante cada situación, mientras aún seguimos en cabina, tratando de pilotear este viaje, tratando de que nadie pierda la cabeza.

Estar al frente se convierte en un desafío, uno que resignifica lo normal, uno donde debemos aceptar que hay cosas que no duran mucho y debemos dejar ir, aceptar que resbalamos, normalizar que cambiamos y que eso hace parte de pilotear ese viaje. Nos dejamos guiar por una brújula interna, hecha de sueños y pensamientos que alimentan las películas, que solo se harán realidad, en la medida que podamos tomar medidas de seguridad, atravesar tormentas, librarnos poco a poco del equipaje innecesario, o que ya no esté acorde al viaje. Puede asustarnos, hacernos sentir intranquilos, puede hacernos desear dejar de avanzar, regresarnos, cambiar de rumbo si es necesario; a su vez, puede ser difícil batallar con esas personas que no lo entienden, que tienen su manera de hacerlo pero que, no tiene que coincidir con nuestro recorrido; y especialmente, puede ser difícil batallar con nosotros mismos, convencernos de que si bien no todo saldrá como esperamos, esos logros obtenidos son absolutamente significativos e importantes para avanzar y, si quizá, eso o aquello no salió tan bien, a su vez hace parte de entender que en el ir y venir de la vida no todo será posible.

    ¿Puedo cambiarlo? ¡Claro! Todo lo que esté bajo mi propio control es posible cambiar, modificar o transformar si estoy dispuesto a luchar por ello; sin embargo, todo aquello que se me escapa y que requiere de algo externo para que pueda darse, no será posible modificarlo, a menos que, esas condiciones externas estén en la misma ruta de mi viaje. La batalla, “esa pequeña batalla” es al frente, contra el camino, contra el clima, contra el riesgo de dejarnos llevar y elevarnos demasiado, contra las aspiraciones de los demás que nos halan intentando demarcar hacia dónde debemos llegar, contra nuestros miedos, y contundentemente, contra ese terror que paraliza y sólo encuentra lugar en mi propia cabeza.

Y tú, ¿Luchas para abrirte camino?

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