Llegar lejos: una cuestión de distancia, no de altura.
La mayoría del tiempo vivimos al menos en dos planos temporales. Vivimos el presente, pero nos ilusionamos con el futuro, tenemos un pie en el hoy, pero medio cuerpo en el mañana, o incluso un poco más lejos. Convencidos de lo que vendrá, esperamos con anhelo que el desarrollo de los eventos nos resulten favorables, y que se cumplan así nuestros “sueños”. Nuestra mirada se bifurca, y estamos en el futuro sin aparentemente perder la vista del presente; avanzamos, con la convicción de que nuestro vuelo nos llevará a un lugar mejor, lejos de donde arrancamos, o por lo menos, mucho más cercano de lo que deseamos.
Esas ilusiones de futuro, si se cuidan y se equilibran con otras variables vinculadas a nuestra realidad, nos llenan de motivos, nos sirven como metas y nos impulsan a actuar, a seguir proyectando, a continuar planeando y, se convierten en parte del combustible que necesitamos para hacer realidad nuestro proyecto de vida. Sin embargo, en ese juego de balanzas que es la vida, si se desequilibra ya es otro cuento; ¡y como no! a los seres humanos se nos da más fácil eso de desequilibrar.
Muchas de personas hemos logrado construir una imagen positiva de nosotros mismos (con cientos de defectos, si claro, unos más problemáticos que otros, pero positiva en su centro al fin de cuentas), la cual, se ha ido nutriendo de con nuestros logros; las pequeñas victorias nos hacen querer experimentar de nuevo esa sensación de satisfacción, y desear que ese modo de sentirnos (ese “mood”, en lenguaje memes) sea lo más duradero y extenso posible. Queremos seguir sintiéndonos bien, creemos merecerlo, lo necesitamos, y en parte por eso, construimos historias a modo de expectativas sobre lo que pasará en el futuro, las pintamos con un color esperanza, bueno, realmente menos cursi, pero definitivamente más espectaculares.
Es aquí, donde nuestro protagonista (nosotros mismos) corre un alto riesgo de perderse en la fantasía, en el deseo ideal e inalcanzable que se vuelve un estado de suspensión mental y entre más utópico, más nos cuesta mantener los pies sobre la tierra. Nuestro viaje dependerá de la propia capacidad para pilotearlo, nadie puede avanzar, llegar lejos si no despega, pero corre el riesgo de estrellarse si se eleva sin control.
¡Hey! es válido soñar, pero también es importante que nuestros sueños y expectativas estén en el marco de nuestras realidades inmediatas; no es malo ilusionarse, lo malo es dejarse arrastrar por la ilusión, se requiere pilotearlos, dejarlos tomar altura, no dejarlos elevar sin control. Es importante darle a las expectativas la intensidad necesaria, sin magnificarlas, en su justa medida y, esa medida, será dada por cada uno en razón a su propia realidad.
Y a ti, ¿te arrastran tus ilusiones, o piloteas tus expectativas?